Inclinaciones naturales y derechos humanos.
Los derechos que la persona tiene por el hecho de serlo, también llamados derechos humanos fundamentales, se fundan en aquellos bienes a los que naturalmente tiende. Sólo porque hay bienes propios y naturales al hombre, es que éste tiene el derecho de alcanzarlos y reclamar su reconocimiento por parte de los demás.
Ahora bien, para saber cuáles son los derechos hay que tomar en cuenta las inclinaciones naturales y si en ellas se encontrase un orden, éste se verá reflejado en los derechos.
Dado que la naturaleza humana es corpóreo‐ espiritual o racional, encontramos en el hombre una tendencia a la perfección propia, también llamado apetito natural7, que se abre en tres niveles de inclinaciones naturales. Lo que caracteriza al apetito natural y a estas inclinaciones es la ausencia de conocimiento previo o estímulo que lo desencadene. Son tendencias a bienes que corresponden a la naturaleza.
Veamos cómo aparece tratado por Tomás de Aquino.
El apetito natural es la tendencia a la perfección propia de un ente, que sigue a su naturaleza sin que medie un conocimiento. Es la inclinación al fin natural.
En el hombre [...] el apetito natural infiere en todas las potencias del alma y partes del cuerpo respecto de sus bienes propios [...]”8; lo cual significa que también en la voluntad hay una inclinación natural a su objeto propio: el bien y el fin.9 Más aun, “[…] la voluntad misma es cierta naturaleza [...]”.10
Por otra parte, la voluntad apetece naturalmente no sólo lo que es estrictamente su objeto, sino también los objetos de las demás potencias y lo que es bueno a todo el hombre; dichos bienes están comprendidos bajo el objeto de la voluntad, que es el bien universal, como bienes particulares.
“[...] Pues por la voluntad no apetecemos solamente aquellas cosas que pertenecen a la potencia de la voluntad; sino también las que pertenecen a cada una de las potencias y a todo el hombre. [...] el conocimiento de la verdad, [...] ser, vivir y otras de este tipo [...] todas las cuales están comprehendidas bajo el objeto de la voluntad como ciertos bienes particulares [...]”11
En tanto que el hombre es un ente complejo, su apetito natural se abre en las diversas inclinaciones naturales, pero, dada la unidad de la naturaleza y la unidad del fin último, el apetito natural es uno.
Por otra parte, las inclinaciones son tendencias que siguen a una forma natural; es decir no se requiere el conocimiento para que estén en un sujeto.
Las mismas son: inclinación a vivir; inclinación sexual y al cuidado de la prole; inclinación social; inclinación a buscar la verdad sobre Dios y el bien.12 Cada una corresponde a un nivel de potencias del alma humana: vegetativo, sensitivo y racional. Pero todas se dan de un modo racional dado que el alma racional contiene virtualmente las potencias sensitivas y vegetativas. 13 Esto significa que deseamos vivir no de cualquier manera sino de modo humano y digno; que no sólo deseamos la mera unión sexual, sino el matrimonio, que la inclinación sexual lo es a la amistad matrimonial y al cuidado y educación de los hijos; aunque en situaciones extremas estas inclinaciones pueden aislarse; por ejemplo, en situación de peligro o escasez el hombre se conforma con sobrevivir. 14 La participación de la racionalidad en los otros niveles también significa que si es bueno vivir en sociedad, será asimismo bueno preservar la vida de otros. Es decir, las tendencias se dan todas humanamente, lo que equivale a decir que en todas hay participación o sello de lo racional.
De la aprehensión de la bondad de los fines de estas inclinaciones surgen los preceptos de la ley natural. El orden de estos preceptos sigue al orden de las inclinaciones. El conocimiento de este orden no es cronológico; al menos, no necesariamente. Este orden es esencial, pero su conocimiento, sobre todo en lo que depende de la madurez orgánica, puede no darse en el mismo orden. Esto significa que la inclinación a vivir puede ser conocida tempranamente, o ser la primera conocida; pero la inclinación sexual, con todo su significado, se conoce en la adolescencia. Por el contrario, el conocimiento de las inclinaciones racionales, solamente depende del uso de razón
Por otra parte, estas inclinaciones o necesidades humanas pueden ser conocidas por el propio sujeto con un juicio inmediato, que no requiere de ningún razonamiento previo. Este juicio pertenece a la sindéresis que nos presenta los bienes a los que tendemos naturalmente como principios que rigen la praxis.15 Y precisamente por ser el hombre sociable, descubre que tiende con los demás hombres a los mismos bienes. En la medida en que dichos bienes naturales son el contenido de la ley natural, significa que, no solo se tiende a ellos sino, que también es un deber hacerlo respetando su orden de perfección, y que son a la vez una obligación y un derecho, no solo para uno mismo, sino para el prójimo.
Las inclinaciones están ontológicamente antes que los principios, porque siguen directamente a la naturaleza.
En cuanto al orden, las inclinaciones y los bienes naturales se pueden considerar desde dos puntos de vista: desde lo más básico o requerido para que existan los otros, y desde lo más perfecto. En el primer caso, el bien más básico es la vida. En el segundo caso, el bien más perfecto es la Verdad. Se podría decir también Dios, porque buscar la verdad es lo mismo que buscar las causas, y Dios es la causa última de todo. Desde el punto de vista evolutivo, estas tendencias están in nuce en el alma racional, pero se van desarrollando con el crecimiento etario del sujeto. Lo mismo sucede con el conocimiento que de las mismas tiene.
Cuando se enuncian los derechos humanos deberían aparecer explicitados los bienes fundamentales a los que tendemos naturalmente. Si tomamos en cuenta el ordenamiento desde lo más básico diríamos que el hombre tiene derecho a la vida desde su concepción y a una vida digna, a tener alimento, techo, vestido; a formar una familia y educar a sus hijos, a vivir en sociedad con justicia y solidaridad, a buscar la verdad y profesar una religión. Sin pretender ahora enumerarlos todos.
NOTAS
7 Tomás de Aquino, In III Sent ds 27, qu 1 ar 2, co; SCG, III, 26, n 8
8 In III Sent ds 27, qu 1, ar 2, co
9 Summa theologiae I-IIae., qu. 1, ar. 1, co
10 De Ver. Qu 2, ar 5, co
11 S. Th. I-IIae., qu 10, ar. 1, co
12 S. Th. I-IIae, 94, 2, co
13 S. Castaño, “Consideraciones ontológicas sobre la ley natural…”; Sapientia, n. 206, 1999
14 Se puede confrontar sobre el sentido del aislamiento de tendencias o necesidades los estudios de K. Goldstein, por ejemplo: La naturaleza humana a la luz de la psicopatología, Paidos. Lo hemos comentado en La tendencia natural a la perfección en la Psicopatología de Kurt Goldstein, Sapientia, n. 206; 1999
15 ibid. I-IIae, 94, 1, ra 2