Notas para comprender mejor su papel en la Historia de la Ética.
I. Su doctrina se caracteriza en general por el nominalismo. Niega que tengamos conocimiento de lo universal. Es decir que cuando pensamos o decimos “hombre”, “alto”, “buen mozo”, “cristiano”, o “chica”, “linda”, “abogada” y “buena madre de familia”, no pensamos ni decimos nada real. En la realidad sólo existen individuos, con características individuales, que operan realizando una sucesión de actos también individuales.
Si recurrimos a conceptos y palabras generales o universales, es porque necesitamos clasificar de algún modo la realidad, agrupando características o individuos, que en sí son absolutamente distintos, bajo un nombre que nos permita manejarnos en la vida.
Además, si podemos afirmar ciertas cosas con pretensión de universalidad sobre el hombre y la moral, es por que Dios lo ha revelado. Esto es fideísmo.
La posición de Ockham enseñada y divulgada generó el empirismo y el racionalismo en filosofía; la división de razón y fe en teología. Fue la primera ética de la obligación.
II. El nominalismo no era nuevo en la filosofía medieval, pero con Ockham adquirió primacía en el mundo intelectual y tuvo secuelas en todos los niveles de la cultura. El motivo fundamental por el cual esta posición es sostenida por Ockham, está en su concepto de libertad, que aplica primero a Dios y después al hombre.
La libertad se define como: “el poder que tengo de producir indiferentemente y de modo contingente efectos diferentes” (Quodl. 1, q. 16)
La libertad es esencialmente el poder de elegir entre cosas contrarias, independientemente de toda otra causa distinta de la libertad o de la propia voluntad, como dice Pinckaers.
La voluntad se caracteriza por una indiferencia original ante cualquier bien, o ante el bien (dado que no es real) y por supuesto ante cualquier otro poder que no le sea superior, léase, que no sea más fuerte.
Libertad y voluntad se identifican y son la facultad esencial del hombre y el atributo fundamental de Dios.
La libertad es indeterminación total y el poder de autodeterminación de la voluntad es acotado a cada acto particular, manteniéndose inalterable la indeterminación cuando éste concluye y comienza otro acto.
La palabra “indiferencia” es muy ilustrativa: la libertad y la voluntad no tienen nada que ver con el bien.
III. Dios es Omnipotente, Todopoderoso, Libertad absoluta. De esto se sigue para Ockham, que Dios dicta una ley que luego puede cambiar. La vigencia de los Mandamientos, desde el primero al último, es absolutamente contingente. Dios puede ordenar el odio respecto de El, el homicidio del inocente, el robo del legítimo propietario, el adulterio, etc. Ninguno de estos actos es malo en sí mismo. Pero tampoco hay actos buenos en sí mismos: amar a Dios o al prójimo, dar limosna, hacer justicia, etc.
Los Mandamientos tienen vigencia, como dijimos, mientras Dios los ordene y sólo porque Él los ha revelado y mandado. No hay nada en la realidad, en la naturaleza de las cosas o del hombre que pida esa ley. No hay ley natural ni orden natural porque no hay naturaleza. (Ockham sigue hablando de ley natural, pero no entiende en absoluto lo mismo que nosotros. Es decir, no es la razón natural que conoce las inclinaciones naturales y manda obrar el bien en esa línea, sino la razón que conoce la revelación divina de los mandamientos).
Dios es libre no sólo de “inventar” y crear al hombre, sino de cambiar lo que es “bueno” para él. O mejor: no hay nada bueno o malo para el hombre, porque somos todos individuos diferentes y porque el mandamiento es sólo un deber, una obligación.
Para Santo Tomás, Dios es perfectamente libre, pero su libertad y su sabiduría se identifican: una vez que Dios decidió crear al hombre, tenía que hacerlo un ser racional. Una vez que decidió hacer seres vivientes, tenía que ser buena la vida. Una vez que decidió crear seres sexuados, tenía que ser buena la unión sexual para ellos (como en los animales y el hombre) Y como para Tomás, el hombre es fundamentalmente racional, todas las inclinaciones a bienes de la naturaleza están contenidas virtualmente en la inclinación racional, una vez que Dios decidió crear al hombre, tenía que ser buena la amistad matrimonial, la unidad social, el respeto a la vida inocente, la búsqueda de la verdad, etc.
IV. La libertad humana es un poder indiferente e indeterminado sólo limitado por un poder superior.
No hay ningún bien que atraiga a la voluntad humana, ninguna preferencia que la determine según la naturaleza del hombre. Ockham rechaza las inclinaciones naturales y la felicidad del ámbito espiritual, como bienes que naturalmente atraigan al hombre. En todo caso las inclinaciones estarán en un ámbito sensible o instintivo fuera del campo moral.
Para Ockham somos libres de rechazar la felicidad, de rechazar las inclinaciones naturales, porque nos resultan indiferentes.
El obrar del hombre es solamente la sucesión de actos aislados y cerrados, que nada tienen que ver uno con el otro, que carecen de orden. Esto es así porque el fin no unifica la vida ni los actos del hombre. Cada momento de la vida uno puede ser totalmente otro del que fue y del que será, y lo mismo los actos: hoy decido abortar a mi hijo, y mañana, sin ninguna influencia de la decisión anterior, decido tener 10 hijos. Alguien en un ataque de ira llega a matar con 100 puñaladas a la novia, pero eso no tiene nada que ver con los anteriores actos violentos que realizó. La vida es una sucesión de casos aislados.
Mantenemos siempre el mismo poder indeterminado de elegir cosas contrarias a lo largo de la vida, porque los hábitos en general, las virtudes y los vicios en particular, no afectan en nada a la libertad. Por el contrario, las virtudes para Tomás de Aquino son liberadoras del hombre, en la medida en que le permiten obrar con facilidad el bien, los vicios son esclavizantes porque nos dificultan obrar el bien. Es decir, influyen en la libertad.
Para Ockham ( lo mismo que para nuestro contemporáneo Sartre) el hombre tiene una libertad de 360º, pero está obligada por la libertad legisladora de Dios (al contrario de Sartre que niega al Creador).
La moral de Ockham es una moral de la obligación y la ley, porque es lo único que puede influir, si el hombre lo acepta, en la libertad. Pero siempre se mantendrá una tensión, un enfrentamiento entre la libertad y la ley, que se acepta porque Dios es más poderoso, o en el caso de la ley civil, porque el soberano es más poderoso, y no por el bien común.
V. Algunos textos:
“Toda voluntad puede conformarse al precepto divino: pero Dios puede prescribir que la voluntad creada le odie, pues la voluntad creada puede hacerlo … Además todo lo que puede ser un acto recto en esta vida puede serlo en la patria (Cielo): ahora bien, odiar a Dios puede ser un acto recto en esta vida si Dios lo manda, luego también puede serlo en la patria” (IV Sent. Q 14 dictum 5)
“Toda voluntad puede conformarse al precepto divino: pero Dios puede prescribir que la voluntad creada le odie, pues la voluntad creada puede hacerlo … Además todo lo que puede ser un acto recto en esta vida puede serlo en la patria (Cielo): ahora bien, odiar a Dios puede ser un acto recto en esta vida si Dios lo manda, luego también puede serlo en la patria” (IV Sent. Q 14 dictum 5)
“La bondad y la malicia significan que un agente está obligado a tal acto o a su contrario.” (II Sent. Q 19 P)
“Así como una misma cosa puede ser hecha por uno de modo justo y por otro de modo injusto, así, la misma acción puede ser hecha mal por el hombre y bien y justamente por Dios; ...” (I Sent. 47 1 C)
Las palabras: hurto, adulterio, odio, etc, no designan estas acciones en sentido absoluto, sino que conotan o dan a entender que el que realiza este acto está obligado a lo opuesto por precepto divino.
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